El éxodo venezolano: un problema regional

La emigración venezolana se mueve a pie y es una crisis humanitaria que afecta a todo el continente.

La emergencia humanitaria que atraviesa Venezuela ha obligado a muchos ciudadanos a partir. Quienes tienen las posibilidades económicas y legales, han logrado establecerse en diversos países. Pero la mayoría carece de los medios para realizar una partida planificada, y, en medio de la desesperación, eligen la vía más inmediata.

Éxodo venezolano: emergencia humanitaria regional

Hoy el éxodo se vive a pie y la situación de los migrantes afecta a todo el continente.

Venezuela es el segundo país con más desplazados en el mundo, sólo precedido de Siria.

Hasta diciembre de 2019 y según cifras de la Plataforma de Coordinación para Refugiados y Migrantes de Venezuela, Venezuela ha visto partir a 4.769.498 personas, entre migrantes y refugiados.

Esta cifra estimada, representa una sumatoria de migrantes, refugiados y solicitantes de asilo reportados por los gobiernos que los han recibido.

Muchos venezolanos carecen de estatus migratorio regular, por lo que se aclara que es probable que el total sea más alto.

Según David Smolansky, coordinador para la crisis de migrantes y refugiados venezolanos ante la Organización de Estados Americanos, de continuar esta tendencia, para finales de 2020 Venezuela podría tener más de 8 millones de personas desplazadas, en lo que él califica como un “deslave humano”.

¿De qué huyen los venezolanos?

La crisis que enfrentan los venezolanos tiene todas las características de las que viven los países en guerra, aunque no haya habido ninguna en este caso.

La violencia, la inseguridad y las amenazas son las principales causas que llevan a los venezolanos a dejar el país, pero no son las únicas.

En la Venezuela actual los ciudadanos enfrentan múltiples dificultades para la vida cotidiana. El acceso a alimentos, medicamentos y servicios básicos como agua corriente y energía eléctrica es reducido – y a veces simplemente inexistente – en prácticamente todo el territorio.

En una reciente intervención ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU (diciembre de 2019), la Alta Comisionada Michelle Bachelet denunció que 11.9% de los niños venezolanos sufren de malnutrición aguda (un incremento de 56% con respecto a 2018) y se desmayan en las escuelas a causa del hambre, 32.6% tiene retardo del crecimiento y 48.5% de las mujeres embarazadas atendidas presenta deficiencias nutricionales.

Venezuela emergencia sanitaria

En materia de salud, Venezuela vive la peor emergencia de su historia reciente.

La crisis eléctrica que afecta a todo el país, también toca a los ya devastados hospitales y centros de atención médica.

Pacientes cuya vida depende de una máquina, fallecen a causa de un apagón repentino y muchas cirugías deben posponerse, interrumpirse o realizarse a la luz de los teléfonos móviles.

No hay acceso a métodos anticonceptivos, los embarazos no planificados (muchos de ellos en adolescentes y niñas) se multiplican, en un país en el que el aborto es ilegal y se practica de manera clandestina y en precarias condiciones.

Los niños mueren en los hospitales por falta de insumos, servicios y alimentos y se multiplican enfermedades que habían sido erradicadas, como la malaria, el sarampión y la fiebre amarilla.

Algunos venezolanos de las provincias se han desplazado a la capital, Caracas, donde las posibilidades de acceder a salud, bienes y servicios básicos es un poco mayor, pero no está tampoco garantizada.

rendido una emigración forzada cruzando la frontera, en automóvil, múltiples buses o incluso a pie.

Trayectos difíciles, destinos inciertos

La mayoría de los migrantes venezolanos se han reubicado en países de América del Sur: Colombia, Perú y Ecuador son los destinos favoritos, aunque también ha habido un fuerte movimiento hacia Brasil (donde es relativamente fácil llegar e instalarse, pero se presenta una barrera idiomática), Argentina y Chile, en lo que ha sido catalogado como el éxodo más grande que haya vivido la región en sus años recientes.

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) estima que hay más de 2 millones de venezolanos viviendo bajo otras formas legales de estadía en las Américas (permisos de residencia y estadía regular, entre otras).

Se estima asimismo que unos 751.732 venezolanos han solicitado estatus de refugiado. Este número refleja un aumento de más de 4.000% de solicitudes en apenas 5 años.

Pero también son muchos los que han optado por entrar e instalarse sin ningún tipo de documentación. Es el caso de muchas mujeres que llegan a diario con sus niños.

Esto les imposibilita el acceso a los servicios básicos que los países de acogida ofrecen y los pone en una situación de vulnerabilidad frente a la realidad, en la que entran en juego factores como la violencia, la xenofobia, el tráfico de personas y la explotación sexual.

Los países de la región han tenido que tomar diversas medidas para atender la emergencia, que van desde la instalación de campamentos y operativos de acogida, hasta la restricción de ingreso y la exigencia de trámites y documentos, para tratar de regular un flujo que en muchos casos los sobrepasa.

En algunos casos, familias enteras han quedado atrapadas entre dos fronteras ante un cambio de ley repentino, en plena carretera y sin suficientes recursos para emprender un cambio de ruta.

Otros logran cruzar a otro país, pero literalmente con lo que llevan encima, tras varios días sin comer y en muchos casos en condiciones de salud precarias.

La situación es especialmente sensible en el caso de los niños y las mujeres embarazadas, que generalmente ingresan al país de acogida sin haber recibido la atención mínima necesaria para cuidar sus gestaciones, en avanzado estado de desnutrición o deshidratación o con complicaciones médicas que deben ser tratadas inmediatamente.

Son muchas las historias de familias que han emprendido el viaje a pie, sin un destino ni un plan en mente y con escasa comida o agua que se les agotó durante el viaje, así como las de adultos que dejan de comer para dar a sus niños el poquísimo alimento que han logrado llevar consigo.

Son también comunes los casos en los que esas familias, ya en condiciones muy difíciles, son víctimas de robos durante el trayecto, lo que los deja en estado aún más vulnerable.

La otra cara de la migración

La migración no siempre es la salvación. Son muchas las dificultades que aparecen en el camino. Quienes atraviesan esas fronteras a pie no siempre saben con qué se van a encontrar en el camino y las amenazas no son pocas.

La frontera entre Cúcuta (Colombia) y Venezuela está minada de coyotes (personas que cobran por “proteger” a los migrantes en su paso hacia el otro lado”).

Las redes de tráfico humano y sexual pululan en esos territorios, a la espera de personas indocumentadas y sin contactos del otro lado.

Una vez superados todos esos obstáculos, comienza una fase de adaptación al país de acogida, que pasa por el trámite de documentos, la búsqueda de refugio o de un sitio donde vivir (cuando se poseen los medios) y la urgencia de encontrar alguna vía de sustento.

Algunas personas caen en la mendicidad y la prostitución, otras se dedican al comercio informal y algunas encuentran un puesto de trabajo, no siempre en las mejores condiciones. Muchos patronos se aprovechan de la vulnerabilidad de los migrantes para explotarlos de distintas maneras.

Aun en condiciones más favorables, la adaptación no es sencilla. La inmensa oleada de venezolanos atravesando el continente ha provocado brotes de xenofobia, que llega incluso a manifestarse contra los niños, en las escuelas.

Igualmente, las condiciones propias del nuevo país, tales como el clima, la topografía los conflictos políticos o incluso el idioma, se presentan como barreras muy difíciles de sortear para los recién llegados.

La pérdida de la identidad, el desarraigo, la nostalgia por lo que se dejó (o quienes quedaron atrás) puede llegar a ser insoportable para algunos.

Eso sin contar con que no siempre los problemas han desaparecido: muchos padres y madres salen primero, dejando a sus hijos del otro lado, al cuidado de algún familiar, amigo o vecino. Buscan establecerse, encontrar vivienda y trabajo antes de volver a buscar a los pequeños.

Pero en algunos casos esos niños que quedaron atrás no reciben cuidados apropiados y son víctimas de abusos de todo tipo por parte de sus cuidadores o de otras personas que se aprovechan de su situación.

Sin esperanzas de mejora

Esta problemática no tiende a resolverse en el corto plazo. Mientras Venezuela continúe sin ver cambios en el panorama político y económico, la emergencia humanitaria seguirá afectando a su población y las personas continuarán intentando abandonar el país por todos los medios posibles.

La comunidad internacional ha comenzado a reaccionar implementando algunas medidas. Organismos como ACNUR y la OIM están actuando en la coordinación de ayuda en las zonas más afectadas por el flujo de migrantes y han hecho un llamado regional para destinar 1.35 millones de dólares para asistir a los refugiados venezolanos durante este año 2020.

El «Proceso de Quito», por su parte, es un mecanismo gubernamental que apunta a “incrementar la respuesta internacional al creciente éxodo de venezolanos”, a través de la creación de mecanismos de cooperación entre los países, para proteger a los migrantes de las amenazas que los rodean.

Falta mucho trabajo por hacer. Algunas organizaciones de ayuda, como ACNUR, han activado canales especiales para recaudar fondos para la crisis. Un listado de algunas de ellas, puede consultarse aquí.

Mientras las condiciones en Venezuela no mejoren, la cifra de desplazados seguirá en aumento. El problema venezolano es ahora el problema de toda una región.

Ver también:

Campaña de ACNUR para ayudar a las madres migrantes y refugiadas venezolanas

 

Fuentes:
Cifras de la Plataforma de Coordinación para Refugiados y Migrantes de Venezuela.
– El Proceso de Quito, respuesta internacional al creciente éxodo de venezolanos.

 

Publicado el 8 de enero de 2020.