Rita, bióloga desde Castellón, España

Castellón

«Uno debe estar en el lugar donde están sus sueños»

Profesión: Bióloga.
Edad: 34 años.
Ciudad/ País de origen: Maracaibo, Venezuela.
Fecha de salida: 17 de febrero de 2001.
Ciudad/ País de destino: Castellón, España.

Testimonial de migración Rita, bióloga desde Castellón, España

¿Por qué te fuiste de Venezuela?

Por amor y por darle nuevos horizontes a mi vida. En una de mis correrías virtuales conocí, hace 3 años, a un chico español en un foro, nos enamoramos, viajé un par de veces durante ese tiempo y para la tercera decidimos que me quedaría. Ahora formamos un bonito hogar en una pequeña ciudad costera al este de España.

Respeto todas las decisiones (que son mayoría) acerca de la inmigración por causas económicas, políticas y sociales, pero no las comparto del todo. Mi razón: Venezuela es mi casa principal ahora y siempre, y nada ni nadie me echa de ahí.

Y digo principal porque mi casa grande es el planeta Tierra (cuando tengamos platillos voladores será el universo).

Cierto es que aquí hay mejores condiciones de vida y ciertas cosas funcionan mejor, pero Venezuela es una tierra llena de oportunidades (inimaginables fuera de ella) para quienes son visionarios y pueden ver, más allá de las apariencias, la gran oportunidad de cambio y creatividad que representan las crisis.

¿Qué fue lo más difícil de la decisión?

Alejarme de mi familia, de mis amigos y del sempiterno calor y humor maracuchos.

¿Por qué seleccionaste el país Castellón como ciudad de destino?

Porque aquí estaba mi amor. Él me ha apoyado mucho en todo momento y me infundió la confianza necesaria para dar ese importante paso, así que, sin pensarlo dos veces, entregué mi apartamento, vendí el carro y todas mis pertenencias, dejé mi empleo de años e hice mi mochila para dar el gran salto.

Como antes estuve aquí por vacaciones, el territorio no me era extraño. Tuve la oportunidad previa de recorrer y reconocer bastante, así que ya sabía más o menos con lo que me encontraría.

Describe los primeros tiempos

Podría decirse que aún estoy en período de adaptación, el cual ha pasado por varias etapas, y con cada estación observo que se acentúan o fluctúan ciertas cosas. Lo primero fue buscar un piso donde vivir juntos. Tuvimos mucha suerte de encontrar uno bien situado, amplio y, además, económico.

Estuve un tiempo dedicada enteramente a acondicionarlo a nuestro gusto y proveerle de nuestra energía particular para sentirme «en casa». Sin embargo, en muchos momentos me he sentido desarraigada, especialmente cuando aún no hacía amigos.

Tenía un poco de temor al rechazo, influida por tantas cosas que se oyen por ahí, de si somos latinos o «sudacas» (¡vaya término!, primera vez que lo oía), pero lo cierto es que siempre mi miedo estuvo injustificado, por cuanto puedo decir con absoluta franqueza y seguridad, que JAMÁS, he recibido desprecio ni mal trato alguno por parte de ningún español en ningún lugar, por el contrario, siempre he recibido una magnífica atención y un trato agradable y respetuoso dondequiera que voy.

Incluso, mis amigos españoles dicen que es un honor tenerme aquí, me consideran alguien muy especial y la verdad es que yo los adoro también por la misma razón.

Al principio sí me incomodaba un poco que la gente me mirase más de lo debido, mi novio decía que simplemente me consideraban exótica, diferente, así que luego no tardé en hacerme de la creencia de que no me censuraban mentalmente, sino que ¡les parecía bonita! Je, je.

El choque cultural entre mi pareja y yo también se hizo sentir, ¡pero es que soy maracucha! y ya saben que pronunciado arraigo a nuestras costumbres podemos tener.

El clima también hizo estragos en mi organismo y en mi mente: partir de 32 grados marabinos y llegar aquí en pleno invierno (casi a 0 grados) fue un «shock electrizante». Ahora ya me he adaptado y disfruto como nadie del cambio estacional, con todas sus bellezas y matices.

Describe tu situación actual

Estuve (y aún estoy) un buen tiempo dedicada a las labores domésticas exclusivamente, y eso amenazó con oxidar mi única neurona, aparte de que me costó mucho aceptar la manutención y la inutilidad siendo que en el pasado siempre fui muy independiente y autosuficiente.

Así es que para evitar pensar en ello, me he puesto a hacer varios cursos aislados de mi interés, sobre mi gran pasión: las terapias alternativas, una de las cosas que también deseaba completar aquí. Ahora también estoy por iniciar otros estudios complementarios de mi carrera y mi permiso de trabajo en trámites.

Mi neurona volverá a trabajar después de todo, después de este casi año sabático que tuvo. Respecto a las diferencias culturales con mi par, ya se han ido fusionando los estilos, ¿eh? Mi «españolín» está maracucho perdido. Ja, ja. Y yo, mejor no vean, tengo un acento y un vocabulario ininteligible.

Me muevo «la mar de bien» por la ciudad (y por el país entero, soy muy «patacaliente»), me conozco ya muchas costumbres, fiestas y platillos gastronómicos (que cocino yo).

Ya distingo acentos y zonas y voy entendiendo la lengua valenciana (lengua materna de mi chico, dialecto del catalán). Por lo demás me siento muchísimo más a gusto, más integrada y, sin duda, más enriquecida culturalmente.

¿Te arrepientes de la decisión? ¿Qué harías distinto si pudieras repetir la experiencia?

Para nada. Soy de la opinión de que uno debe estar en el lugar donde están sus sueños. Yo recomiendo a quien quiera emigrar que lo haga, si es su deseo, que asuma con optimismo todos los cambios, ya que uno no es Venezuela solamente, ante todo se es ciudadano del mundo, el planeta es de todos.

De antemano, sí le digo que la experiencia de cada uno será distinta, así llegues a lugares comunes donde otros han estado, ¿por qué?… porque cada uno llevamos nuestro bagaje mental particular, tenemos un modo distinto de ver las cosas y una diferente capacidad para enfrentar las mismas situaciones.

Por eso no hay unanimidad de criterio a la hora de relatar las experiencias, habría tantas como personas hay, la experiencia es individual y es un reflejo fiel de cómo somos interiormente.

¿Piensas volver a Venezuela?

Claro que sí: de visita. ¡Aunque ahora mismo mataría por ir a comerme una hallaca! Pero decir a ciencia cierta si me vuelvo a radicar allí, se lo dejo a una pitonisa, porque el mundo da muchas vueltas y, con lo aventurera que soy, vaya usted a saber donde termina este cuerpo serrano.

Testimonio publicado al 16 de enero de 2002

 

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