Carlos Serrano, gerente, desde Miami, EE.UU.

Carlos Serrano

«Es posible ser exitoso aquí; pero debes hablar inglés a la perfección y presentar tus certificaciones».

Profesión: gerencia de Proyectos
Edad: 40 años
Ciudad/ País de origen: Caracas, Venezuela
Fecha de salida: enero de 2010
Ciudad/ País de destino: Miami, Estados Unidos

Testimonial de migración Carlos Serrano, gerente, desde Miami, EE.UU.

¿Por qué te fuiste de Venezuela?

No quería venirme, pues me iba bien en Venezuela. Sin embargo, llegué a Estados Unidos a sacarme la residencia en enero del 2010, cuando ocurrieron los apagones y los racionamientos eléctricos, cada cuatro horas, en mi país.

Además, todos mis contratos se cancelaron y me tuve que quedar en Miami – ya con green card – para comenzar desde cero.

¿Qué fue lo más difícil de la decisión?

En realidad, estaba demasiado molesto con Venezuela porque mucha gente que se decía opositora era muy tramposa. Se quejaban del presidente y cometían con uno los peores ilícitos. No obstante, había personas buenas con las cuales trabajar.

También Miami es un sitio bastante enrarecido, dado que la mayor parte de los fracasados de Latinoamérica se hallan en ella. Obviamente, a quien le va bien en su patria no emigra.

En síntesis, en esta ciudad hay tres tipos de individuos: los que nacieron aquí, los que llegaron aquí y los que, por no conseguir oportunidades en sus países, se mudaron aquí; un gran número de estos últimos sin estudios universitarios.

Por eso, encuentras tantos narcos y tanta prostitución, así como tramposos y mitómanos. En este aspecto, Miami sobresale por su rudeza. Pese a ello, debido a que había vivido en este lugar, creía que conocía su “tumbao” social.

¿Por qué seleccionaste Miami como ciudad de destino?

Como antes señalé, elegí este destino en vista de que había vivido y estudiado en el estado de Florida. Asimismo, un familiar cercano tenía residencia aquí. Por ese motivo, al llegar, estuve en su casa por unos tres meses, hasta que logré un empleo.

Fue incómodo porque, no siendo parte de mis planes, esperaba quedarme un periodo mucho más corto en tales condiciones. Aparte de esa hospitalidad, no recibí ningún otro apoyo durante esta etapa.

No conocía a nadie y, por mi propia iniciativa, envié mi currículo a todos lados e hice contactos con gente completamente nueva para mí. Por fortuna, mi primer puesto lo obtuve dirigiéndome a la universidad donde me había graduado diez años atrás.

A través de ella, me ofrecieron una posición en un hotel. Gracias a esto, alquilé una habitación y me pude mudar. A partir de ese momento, me enrollé las mangas y comencé a laborar con tesón. En el hotel, trabajé por tres meses bajo las órdenes de un supervisor venezolano resentido y acomplejado.

Después renuncié y, en breve tiempo, lo despidieron a él, pues se dieron cuenta de que me retiré por su culpa. Posteriormente, con la ayuda de un amigo venezolano, me desempeñé en una agencia de publicidad donde me fue muy bien.

Luego, se presentó una oportunidad en un canal de televisión y me contrataron con una remuneración de seis mil dólares mensuales, el 29 de enero de 2011 con precisión, cuando cumplía un año de haber llegado. Por esa bonanza, le agradecí a Dios.

No obstante, la felicidad me duró poco, puesto que, en mayo del 2011, conocí a una bellísima cubana, con quien intimé; pero había sido «jinetera» en Cuba y andaba en asuntos de drogas y brujería.

Por consiguiente, me metió en problemas con un montón de narcotraficantes de Miami y eso me obligó a dejar mi cargo y a desaparecerme. En general, las mujeres cubanas son superconflictivas y parece que el comunismo en el cual nacieron y vivieron les borró el concepto de familia.

Describe tu situación actual

Hoy trabajo en otra compañía, gracias al Señor. Me desenvuelvo con venezolanos y otros latinos, lo cual es lo ideal, porque – en mi opinión- los gringos son muy acomplejados.

De hecho, laboramos en un sitio con espacios compartidos, donde coexisten latinos y gringos y estos simplemente no se comunican, no saludan, ¡nada! En tanto, los latinos y los europeos nos comportamos como una familia grande. Al mismo tiempo, sigo cursos en la universidad porque si no te instruyes te atrasas.

Conviene saber, asimismo, que en los Estados Unidos no tienes casa, no hay quien te reciba y, de paso, necesitas ahorrar suficiente para tu retiro. A pesar de esa situación, es posible ser exitoso.

Una amiga mía, por ejemplo, comenzó en una empresa y gana ciento cincuenta mil dólares al año, cerca de doce mil dólares mensuales. De modo que sí se puede, pero debes hablar inglés a la perfección y presentar tus certificaciones.

¿Te arrepientes de la decisión? ¿Qué harías distinto si pudieras repetir la experiencia?

En definitiva, el mundo sería mejor sin los Estados Unidos. Sin embargo, me encuentro en territorio norteamericano, por lo menos hasta que adquiera la ciudadanía y pueda irme a Europa, tal vez a Alemania.

Sin duda, en esta nación del Norte se goza de abundantes comodidades, pero los gringos ponen demasiadas etiquetas. Para ellos, todo es «una minoría»: los latinos, los gais, los negros, etc.

En Venezuela, por el contrario, cuando uno pisaba el país era venezolano, hasta que llegó la nueva “revolución” y copió lo peor de los gringos: ese divisionismo. Desafortunadamente, ese sentido de comunidad que existía en Venezuela, y se vive en numerosos países, no se ve en esta tierra.

De ahí que no quiero que mis hijos crezcan aquí para estar pegados a una computadora y rodeados de drogas y antivalores. Deseo, en fin, que cuenten con amigos de verdad.

¿Piensas volver a tu país?

Lo dudo, quizás cuando me retire y tenga setenta años. ¡Si es que queda algo de Venezuela! Pienso que el venezolano cambia de manera radical cada cierto tiempo. En efecto, el que se mudó a los Estados Unidos en los noventa se diferencia de aquel que llegó en el 2000.

Así que esa creencia personal me permite afirmar que mientras más atrás se haya venido alguien más educado será. Por consiguiente, el que emigró en los noventa habla como en los ochenta; el que se estableció a mediados del 2000 se expresa mucho con el «won» y el que se vino cerca del 2010 usa «marica» como muletilla.

Para colmo, los que han llegado en años recientes hablan como una de las más sonadas dirigentes del actual régimen: absolutos marginales, sin darse cuenta de que se pega lo que se escucha por televisión. En conclusión, mis compatriotas perdieron la clase y la conciencia de su propia vulgaridad.

Aparte de que se nota: los de la «cuarta república» no son los mismos de la «quinta». Por mi parte, declaro que no sé qué será de esa cultura en el futuro. Tan solo sostengo que la presente generación de venezolanos en el exterior, a la cual pertenezco, es algo distinto.

Testimonio publicado el 26 de agosto de 2014.

 

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