Rosa García, administradora, desde Tenerife, España

Rosa García

«Los venezolanos salimos a triunfar porque somos, en esencia, luchadores».

Profesión: TSU en Administración de Empresas
Ciudad/ País de origen: Valencia, Venezuela.
Fecha de salida: 25 de abril de 2003
Ciudad/ País de destino: La Palma (Tenerife), España.

Testimonial de migración Rosa García desde Tenerife, España

¿Por qué te fuiste de Venezuela?

En primer lugar, mi esposo es canario y yo soy hija de canarios, pero me siento muy venezolana. En vista de la situación política, estábamos muy asustados. Mi esposo trabajaba con mi papá y, en realidad, no nos iba tan mal; sin embargo, nos habían robado mucho, la inseguridad era tremenda y la familia de mi esposo estaba angustiada.

Mi esposo llegó un buen día muy agobiado y me preguntó que si me quería venir. Yo no sabía que responderle porque casi toda mi familia vive en Venezuela y nada más contaba con una tía y tres primos aquí en Canarias.

En fin, lo pensé y me di cuenta de que debía dar el paso para vivir mejor. Tengo dos hermosos niños y en ese momento estaba recién dada a luz. Traje al hijo menor de dos meses, era tan pequeñito que viajó dormido en el asiento del avión; el mayor vino de cinco años.

¿Qué fue lo más difícil de la decisión?

Nada más tengo dos hermanas. Cuando salí de mi casa con mi esposo, mis niños y las maletas, mi madre se desmayó y se escuchaban gritos de mi hermana, mis amigas y familiares. Mi padre se fue de madrugada porque no se atrevía a darnos la cara. Mis sobrinas, con las caritas metidas en las rejas de mi casa, me gritaban.

Total, es muy duro dejar lo que más quieres y luchar día a día teniéndolos tan lejos y anhelándolos cerca para darles un abrazo. Solamente quienes hemos salido de nuestro país y dejado a la familia sabemos y entendemos lo que digo.

El día de Navidad, aquí y en todo el mundo, se come en familia. Yo cené con mi tía y fueron bocados amargos. Gracias a mi marido, que es un sol, he podido superar esto. Asimismo, agradezco a mis padres, que ya han venido dos veces a vernos, sino yo no hubiera aguantado esta situación.

¿Por qué seleccionaste La Palma como ciudad de destino?

Porque mi marido es de aquí y tiene toda su familia en esta región. Mis padres también nacieron en La Palma y aquí residen algunos familiares. Además, conocemos a mucha gente que vino de Venezuela y se ha establecido en esta tierra. Así que todo nos resultaba más fácil en esta ciudad y en este país.

Describe los primeros tiempos

Los primeros tiempos fueron horribles. Imagínenme con un bebé de dos meses y sin saber cómo eran los médicos y la seguridad social, con los niños de arriba para abajo arreglando papeles. El hijo mayor se pasaba todo el día llorando porque se quería regresar.

Cuando llegas a las oficinas públicas, los funcionarios están sentados y no te dirigen la palabra, como si formaran parte del decorado. Una vez que les dices buenos días, disculpe, te identifican como de otro país, porque esas palabras se olvidaron hace mucho tiempo en este lado del mundo o, tal vez, nunca las utilizaron.

Entonces, te mandan de aquí para allá, sin comer, con un bebé al hombro y, por último, te dicen: «Vuelva mañana». ¡Dios mío! Igual situación de horror se vive para conseguir trabajo. Cuando mi marido buscaba un empleo, le replicaban: «No te fuiste a América, pues quédate por allá y no molestes».

Él obtuvo todos los carnés de conducir y, después de un tiempo, mi tío le consiguió como chofer de un camión de la basura; pero claro el sueldo alcanza para un respiro, con dos niños y tantas cuentas por pagar. Yo no podía trabajar, porque con quién dejaba al bebe tan pequeñito.

Si asistes a una reunión del colegio, te miran feo y se apartan como si una tuviera lepra. Gracias a mis vecinas, que son una maravilla, pude sacar el carné de conducir. Ellas me cuidaban al bebé, mientras yo iba a la autoescuela.

Colaboraba con mi marido como podía: preparaba comida para bares, hacía adornos de navidad, en suma, lo que podía.

Describe tu situación actual

Gracias a Dios y a mi papá, «que es el mejor del mundo», ahora somos autónomos: compramos un bar, que se llama Danubio, situado en toda la plaza de Los Sauces. Nos costó mucho empezar porque, aunque yo no sabía nada de bares, mi marido sí.

En efecto, él trabajó 13 años en ese tipo de establecimientos, en tanto yo siempre había estado detrás de un escritorio. Sin embargo, cocino y atiendo junto con mi marido en la barra. Tenemos una empleada venezolana que nos ayuda por las tardes.

Actualmente, mi hijo grande tiene ocho años y es superinteligente, va muy bien en el colegio, cuenta con muchos amiguitos, practica kárate, solfeo y clarinete. Al pequeño, ya de tres años, le dieron cupo en la guardería del ayuntamiento, donde lo atenderán muy bien.

Me levanto a las 6:30 de la mañana y me acuesto a las 12 de la noche. Me cuesta mucho aceptar la comida de aquí, pero, como no puedo hacer nada, me conformo. Lo bueno de esta región es que hay muchos venezolanos y eso te conforta. Hoy no siento tanto el rechazo de la gente o, tal vez, ya me acostumbré.

En general, las personas son demasiado frías y distantes. Una vez comprado el bar, pasamos una semana remodelándolo y nuestros familiares no nos respaldaron en nada, ni siquiera recibimos una llamada de ellos. Sufrí mucho por eso, pesar de que los pocos amigos que tenemos nos apoyaron muchísimo, en especial Tere Morera, una amiga incondicional, que nació aquí, pero es única.

Desde que llegué de Venezuela, me ha demostrado una gran solidaridad. Yo trato de retribuirle, ya que es muy buena amiga. Ella ha compartido mis depresiones y la inauguración del bar, siempre sin preguntar nada ni cuestionarme.

En estos momentos, estoy bien. No obstante, sería feliz si, después de tantos años, pudiera ver a mi hermana y a mis sobrinas.

¿Te arrepientes de la decisión? ¿Qué harías distinto si pudieras repetir la experiencia?

No me arrepiento, pese a que al principio me quería regresar nadando o como fuera. Realmente, la pasé muy mal; pero hoy en día tengo trabajo, vivimos en un piso propio y nos ha costado mucho sudor y lágrimas lo que poseemos.

Reconozco que siento mucho miedo y respeto por la juventud dañada que hay aquí por culpa de las drogas. Eso nos obliga a mantenernos alerta con nuestros hijos.

¿Piensas volver a Venezuela?

Por supuesto! Estamos esperando a ver si mi papá y mi mamá nos ayudan con los pasajes de los niños, porque nos cuestan todos unos 2.800 euros y, en verdad, es mucho para nosotros.

Hemos pedido préstamos y no podemos pagar esa cantidad. Confieso que quisiera volver, porque añoro mi país, mi querida Venezuela, y deseo ver a mi familia y a mis vecinas. También sueño con ir al perrocalentero de la esquina y comerme una hamburguesa, como solo en Venezuela la saben preparar.

Bailar una gaita y volver a mi tierra significarían la gloria. Sin embargo, regresar para quedarme representaría una locura después de todo lo que nos ha costado surgir aquí. En muchas ocasiones, pienso que nadie, no importa el poder que tenga ahora, nos podrá arrancar nuestras raíces a destajo.

Salimos de nuestro país porque era imposible vivir en él, a pesar de que podría ser el mejor del mundo, puesto que nos sobra petróleo, bauxita, carbón, hierro, electricidad, agricultura, ganadería.

Es triste dejar todo atrás y separarte de tu familia, a causa de alguien que no posee límites y que nunca ha querido a Venezuela, como ella se lo merece. Animo a todos los que planean emigrar y los exhorto a que se armen de mucha paciencia y, cuando algún funcionario en esta nación les diga algo, permanezcan callados.

Así lograrán lo que se proponen. Un solo consejo les doy a los que piensan venir a España: sean ustedes mismos, que la frialdad no nos apague nuestras ilusiones. Los venezolanos salimos a triunfar, porque somos, en esencia, luchadores. Los quiero mucho a todos.

Testimonio publicado al 23 de agosto de 2006

 

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