Cynthia Rodríguez, comunicadora, desde Montreal, Canadá

Cynthia Rodríguez

«Mi blog es el café que me tomo con todas las madres hispanas que, como yo, viven el proceso de adaptación, se sienten solas y necesitan a una amiga».

Profesión: comunicadora social y bloguera
Edad: 39 años
Ciudad/ País de origen: Caracas, Venezuela
Fecha de salida: 19 de marzo de 2014
Ciudad/ País de destino: Montreal, Canadá

Testimonial de migración Cynthia Rodríguez desde Montreal, Canadá

¿Por qué tomaste la decisión de Venezuela?

Emigrar es una decisión difícil; pero creo que, más allá de las razones coyunturales que te llevan a tomarla, hay una predisposición personal que se relaciona con tu curiosidad por conocer más allá de lo que tienes cerca.

Y creo que esa inquietud siempre estuvo en mí.

Ahora bien, venir a Montreal fue una decisión compartida. Para la época en la que resolví salir de Venezuela y asentarme en este lugar, ya tenía una pareja estable con quien planeaba construir un futuro.

En ese momento, el motivo fue que, simplemente, ninguno de los dos ni el proyecto que concebimos en conjunto encajaban en la actual realidad venezolana.

A partir de ese descubrimiento, supimos que nada modificaría la ruta trazada: ni unas eventuales elecciones «ganadas» ni aparentes cambios en la dirección del país.

Y decidimos apostar. Porque, al final, esto es una apuesta, que haces con los dedos cruzados y mucho en juego.

¿Qué ha sido lo más difícil de la decisión?

Sin duda, lo más difícil ha sido estar lejos de la familia, ver cómo mi hija abraza y besa el iPad cuando habla con sus abuelos, observar por la calle a una señora parecida a mi mamá y decirme que no sé cuándo voy a abrazarla otra vez.

En fin, se pierde demasiado cuando uno deja atrás el lugar en el que creció.

Otro tema sensible es el profesional: empezar de nuevo y no saber cómo ni por dónde. Reconoces que debes ser humilde en este sentido, algo que ya sabías cuando iniciaste los trámites. Sin embargo, una cosa es entenderlo «intelectualmente» y una diferente, vivirlo.

Sientes que no sabes dónde estás y no ves con claridad cuándo vas a saberlo (si es que vas a saberlo algún día).

Quiero añadir que, aunque esto no incidió en la decisión, las circunstancias en las que emigramos de Venezuela y la forma en que llevamos a cabo la salida fueron complicadas.

De hecho, los últimos días en Venezuela coincidieron con el pleno apogeo de las protestas, cuyo escenario era, literalmente, nuestra calle. Mi hija y yo nos refugiábamos en un rincón de la casa para no tragar el gas lacrimógeno o el humo de basura quemada que se metían por la ventana.

Al mismo tiempo, reventó la crisis de las aerolíneas y terminamos usando unos pasajes que compramos para Florida, destinados a las «últimas vacaciones antes de irnos», para volar a este destino, sin tener aún las visas de residencia permanente en Canadá y sin saber con precisión qué íbamos a hacer.

Afortunadamente, a pesar de que esos fueron días muy problemáticos, todo salió sin contratiempos al final.

El principal beneficio es la tranquilidad. Aquí salgo con mi hija con la seguridad de que nada va a pasarnos. El hecho de que tus temores disminuyan, te hace continuar hacia delante.

Además, aquí puedes disfrutar del espacio y los servicios públicos por los que se pagan impuestos, pero funcionan y te sirven.

Aparte, me atrevo a añadir una tercera ventaja: una suerte inesperada, que rara vez ocurre: los extraordinarios amigos que hemos hecho en Montreal.

Personas maravillosas, generosas, muy profesionales, que nos ha abierto las puertas de sus casas y nos han tratado de forma espléndida.

Mi hija tiene un montón de tías y tíos adoptivos, y esto tiene un gran valor para mí. Me siento agradecida.

¿Por qué seleccionaste Canadá y la ciudad de Montreal?

Canadá era una de las pocas naciones del primer mundo que «nos quería”; es decir, que abrió (y abre) sus puertas a profesionales y familias jóvenes para que emigren legalmente y cuenten, casi desde su llegada, con todos los beneficios de un canadiense.

En cuanto a la ciudad, Montreal nos escogió, pues, cuando iniciamos el proceso, no existía en la provincia de Quebec una lista de profesiones prioritarias para aceptar inmigrantes. El requisito principal se centraba en hablar francés y estar dispuesto a trabajar en esa lengua.

Dentro de Quebec, Montreal se nos presentó como el equilibrio perfecto entre lo mejor de dos mundos: América del Norte y Europa.

Considero que vivimos en una urbe rica en las cosas que nos apasionan: música, bibliotecas, cafés, gastronomía y, en general, un movimiento cultural que nos atrajo de inmediato.

Describe los primeros días de tu llegada

La palabra desubicación nunca tuvo tantos significados para mí como en esos primeros tiempos. Por una parte, me sentía aliviada por haber cumplido la primera meta: llegar aquí después de una enorme incertidumbre; y, por la otra, inquieta por desconocer cuál sería el siguiente paso.

Me fui guiando, al pie de la letra, por el libro que te dan al llegar: Welcome to Canada. Así, día a día, hice “la tarea”.

Mis expectativas eran borrosas. Confieso que me concentré tanto en salir de Venezuela “y después resolvemos”, que no sabía en detalle lo que debía esperar a continuación.

Afortunadamente, contamos con el apoyo de los amigos, quienes nos recibieron con los brazos abiertos y nos han ayudado muchísimo en cada etapa.

Con excepcional solidaridad, nos dieron valiosa orientación sobre dónde ir y qué hacer.

Tuvimos suerte de conseguir pronto un lugar donde vivir (¡y ya hasta nos mudamos por segunda vez!). Adicionalmente, descubrí que mi francés no era tan básico como pensaba y nos sirvió para contratar casa y servicios, hacer las diligencias básicas e instalarnos.

Adoptar una rutina ha sido clave para cumplir con la adaptación, que cada día avanza poco a poco. Con sinceridad señalo que todavía no estamos del todo adaptados y que necesitaremos tiempo para sentirnos en casa. Pero creo que lo lograremos con el tiempo.

¿Cómo ha sido tu experiencia hasta ahora en Montreal y en Canadá?

Como en todo, hay cosas que te encantan y otras a las que no te acostumbras del todo.

Me imagino que uno se adapta mejor conforme va conociendo la ciudad, sabe ubicar lo que le gusta y hace sus propios “usos y costumbres” del sitio.

Por supuesto, ahora que tengo una hija lo miro todo con nuevos ojos y lo que antes me encantaba puede que ahora ya no me guste tanto.

La ciudad me sigue fascinando y lo que me sorprende más ha sido la amabilidad de sus habitantes. He recibido innumerables gestos hermosos de desconocidos y esto me hace sentir que estuvimos en lo correcto al elegir este lugar.

También me siento un poco “en deuda” con el país y esta ciudad, donde de verdad nos han tratado con generosidad. Y quiero que pronto llegue el día de poder comenzar a retribuir lo que nos han dado.

¿Por qué decidiste crear un blog como inmigrante en Montreal?

Mi blog ha sido muy importante para mí. Podría decir las cosas “lindas” que hablan las mamás blogueras sobre sus sitios, pero mi principal motivación, sinceramente, fue ¡para no volverme loca!

Necesitaba un medio que me pusiera en contacto con la gente para escribir, contar, compartir lo que voy viendo y entendiendo y volver a ser un poco, otra vez, “yo”.

En mi caso, la maternidad y la migración llegaron juntas y por primera vez, y las dos experiencias han sido fuertes. En ambas me siento a menudo perdida y, al mismo tiempo, esperanzada, temerosa, pero decidida a llevar a cabo lo que me corresponde para que todo salga lo mejor posible.

Mi blog es el café que me tomo con todas las madres hispanas que, como yo, están viviendo este proceso, en esta ciudad y en otras, y que se sienten solas y necesitan a una amiga que les diga “Tranquila, a mí ya me pasó lo mismo y esto fue lo que hice” o “Te entiendo, yo también me equivoqué en eso, ¿qué se le va a hacer?”.

Hacía rato que deseaba escribir sobre esto de ser mamá, pero me considero tan inexperta que no quería ir de «especialista», sino más bien de confesora. Lo mismo aplica en mi experiencia como inmigrante. Y me consta que hay muchas otras mujeres en esta situación.

Por eso me emociona haber encontrado mi espacio, el sitio perfecto para comunicarme con otras mujeres (y hombres) en el punto en el que se intersectan la maternidad y la migración.

¿Recomendarías la emigración a otros? ¿Qué harías distinto si pudieras repetir la experiencia?

Antes que emigrar, les recomendaría pensar, pensar y pensar, averiguar mucho (pero mucho: sobre la economía, la política, la vida cotidiana, el idioma, lo que se come y lo que no, cómo vive la población, etc.) acerca del destino que les interesa.

Una vez completado ese ejercicio, conversar con sus parejas, si las tienen, y llegar a un acuerdo firme sobre lo que esperan en conjunto y luego, si el proyecto cuaja, emigrar.

Nosotros realizamos un viaje exploratorio hace tres años, que nos resultó muy útil. Nos movimos por toda Montreal, hablamos con bastante gente, reunimos testimonios. Además, tenemos años leyendo la prensa y entendiendo las noticias de esta región. Esto ha marcado una diferencia.

Opino que esta es una experiencia de la que no se sale ileso, para bien y para «no tan bien». Si es cierto que duele dejar atrás lo que «eras», duele más aún decir adiós a tu familia y no saber cuándo volverás a verla. Pero, por otra parte, te fortalece ver delante de ti todas las opciones que antes pensabas imposibles.

Creo que, si estás decidido a emigrar, vas a ganar algo: otro idioma, una nueva forma de vida, amigos interesantes, distintos aires.

De hacer algo diferente si pudiera repetir el proceso, hubiera preferido haber salido con mayor planificación (y hasta con más elegancia) de mi país, con menos incertidumbre y más dinero, lo cual en general no dependía de nosotros.

Igualmente, me hubiera encantado traerme unas cuantas cosas adicionales en la maleta, que nunca es del tamaño apropiado para meter más de treinta años de vida.

No obstante, empezar de cero representa, asimismo, un reto emocionante. Se puede cambiar para bien y volver a elegir. Para mí significa una nueva oportunidad que la vida te concede.

En mi caso, esa concesión me ha oxigenado en varios sentidos y me anima imaginarme en diez años, viviendo en esta nación como siempre he soñado (carezco de aspiraciones «beverlyhillosas», por lo tanto, creo que puede ser posible): tranquila y con una hija que hable tres idiomas a la perfección (y me corrija a cada rato).

¡Ojalá!

Testimonio publicado el 10 de octubre de 2014.

 

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