Stebaliz Acosta, abogada, desde Alemania

Stebaliz Acosta

«En Alemania formé un hogar. Me considero ciento por ciento adaptada, me nacionalicé, hablo la lengua nativa y llevo una vida normal».

Profesión: abogada
Edad: 34 años
Ciudad/ País de origen: Puerto La Cruz, Venezuela
Fecha de salida: enero de 2008
Ciudad/ País de destino: Alemania

Testimonial de migración Stebaliz Acosta, abogada, desde Alemania

¿Por qué te fuiste de Venezuela?

En realidad, no pensaba en emigrar cuando dejé Venezuela. Era algo temporal, venía solo a hacer un curso de alemán. Aparte, quería conocer y viajar por Europa. En fin, jamás soñé con establecerme en estas tierras. El haber conocido a mi actual esposo fue la razón por la cual resolví quedarme.

Al tomar la decisión de casarnos y formar una familia, creímos que era mejor llevar a cabo nuestros planes aquí, dadas la inseguridad reinante en mi país y su precaria condición socioeconómica.

A lo anterior se sumaba la decepción que sentía en mi patria porque, con cinco años de graduada y ejerciendo mi profesión, no veía mejora en mi calidad de vida. De modo que en Alemania me casé, formé un hogar, nació mi hija e hice mi vida. Con sensatez reconozco que, aunque amo mi país, mi hogar está aquí.

¿Qué fue lo más difícil de la decisión?

Lo más difícil resultó separarme de mi familia venezolana, dejar de ver a mi madre cada día, vivir lejos de la playa, el cambio cultural, no tener amigos y el idioma alemán, que me esforcé tanto por aprender. Adicionalmente, al comienzo fue duro adaptarme al largo y frío invierno de estas latitudes.

Confieso que ese ajuste me costó trabajo y los primeros doce meses fueron en particular complejos. Gracias a Dios, contaba con el apoyo de mi esposo, quien siempre me decía lo siguiente:

«Míralo como que tu país no está tan lejos y que la distancia que hay es la que duras montada en el avión para llegar allá. De manera que, cuando sientas que no puedes más, agarras un avión y te vas a tu tierra por unos días.»

Y así lo hice ese primer año. También me ayudó sobremanera el apoyo de mi familia en Venezuela, en especial de mi mamá y hermano, que venían y pasaban temporadas conmigo.

Hoy es distinto, pues aquí está mi hogar y prefiero que me visiten, en lugar de viajar yo, por lo largo y agotador del recorrido y por tener a mi hija tan pequeña.

¿Por qué seleccionaste el país o ciudad de destino?

Quería cambiar el panorama venezolano y viajar por Europa, pero con un lugar base, desde donde salir los fines de semana, ya que todo en este continente queda cerca.

Planifiqué el estudio de un idioma y debido a que, además del español, domino el inglés y sé un poco de italiano, descarté los países donde se hablan estas lenguas. Por consiguiente, elegí Alemania y me propuse aprender alemán (Deutsch).

El programa lo comencé en una escuela privada; pero, al poco tiempo, me cambié a una institución pública: una escuela de adultos o volkshochschule.

Describe los primeros tiempos

Como lo dije antes, el principio fue difícil. En primer lugar, porque yo era muy apegada a mis familiares – a mi mamá sobre todo- y los extrañaba demasiado. Eso, sin duda, me pegaba mucho.

Por añadidura, al llegar no conocía a nadie y, después que me casé y contaba con mi esposo, seguía siendo complicado, pues solo lo tenía a él. Con el nacimiento de mi hija, pasé uno que otro mal rato por carecer de ayuda y mi inexperiencia con niños.

De hecho, si ocurría cualquier incidente menor o si la beba lloraba, corría al médico o llamaba repetidas veces a mi mamá para preguntarle cómo proceder. No sufrí ningún choque cultural, pues la cultura de los alemanes, aunque menos abiertos que nosotros, es similar a la nuestra. Por supuesto, con ciertos rasgos distintivos, como la puntualidad.

Yo a todos lados llegaba tarde y aquí eso es un asunto muy delicado, hasta el punto de que es preferible llegar un poco más temprano que dos minutos tarde. Sin embargo, la gente me tiene paciencia con mis retardos y los alemanes, al menos hasta donde los conozco, son respetuosos y cordiales.

El cambio más drástico para mí lo representó el hecho de haber vivido por largo tiempo en una ciudad venezolana relativamente grande y algo caótica, de estar siempre trabajando y metida en el trajín diario, para llegar a residenciarme en un pueblo alemán pequeño, precioso, pero tranquilo y silencioso, donde vivo sin tanta agitación y camino tranquila por las calles, a cualquier hora, sin temor y sin padecer el tránsito o las colas.

Igualmente, informo que, mientras en Venezuela ejercía mi carrera de abogada, aquí soy ama de casa y madre. En los primeros tiempos, busqué venezolanos u otros latinos que se encontraran cerca de mi zona, pero no los conseguí. No obstante, hoy tengo amigas venezolanas muy queridas, pese a que viven un poco lejos.

Por fortuna, cuento con una amiga polaca con quien salgo, siempre dispuesta a darme una mano. Respecto a la lengua alemana, acepto que en la etapa inicial cuesta un poco; pero, como sabía inglés y en esta nación la mayoría lo habla, no tuve problemas para comunicarme.

Sin embargo, tan pronto aprendí alemán, la vida fluyó con mayor facilidad y me sentí como alguien que, después de haber sido ciego, mira por primera vez.

Describe tu situación actual

En la actualidad, me considero ciento por ciento adaptada, me nacionalicé, soy alemana, hablo la lengua nativa, hago todo por mi cuenta y llevo una vida normal.

Asimismo, conozco a mucha gente y los habitantes del pueblo me identifican como un miembro de su comunidad, donde quiera me detengo a conversar, mi hija asiste al kindergarten, donde yo participo en diversas actividades y me reúno con otras madres.

Con respecto a mis estudios, señalo que soy abogada de profesión, egresada de una universidad venezolana, y aprobé hasta el nivel c1 de alemán en la volkshochschule. Por mi carrera de leyes, pensé que no podía lograr nada con mi título. No obstante, me informé bien y lo envié a la central de títulos extranjeros.

Después de algún papeleo, lo reconocieron como equivalente a un título alemán entre licenciado y máster en ciencias jurídicas, es decir, soy oficialmente abogada, mas no trabajo como tal, pues me dedico a mi familia.

Aspiro a cursar, en la universidad de Bochum, un postgrado en derecho alemán para graduados en universidades extranjeras, que concretaré cuando disponga de más tiempo y mi hija esté más grande.

¿Te arrepientes de la decisión? ¿Qué harías distinto si pudieras repetir la experiencia?

No me arrepiento de nada y, aunque al principio fue difícil, creo que la adaptación es un proceso gradual, que se logra poco a poco y con paciencia.

En efecto, una vez que superas la tristeza de estar fuera de tu país, de ser una recién llegada y moverte entre desconocidos, y de no ver a las personas que amas, empiezas a adaptarte, a conocer gente, a comprometerte en actividades, hasta que llega la hora en que, a pesar de que sigues extrañando, ese sentimiento de desarraigo deja de dominar tu vida.

¿Piensas volver a tu país?

De momento no pienso volver a mi país. Dios mediante, cuando los niños estén grandes e independientes, mi esposo se haya jubilado y la actual situación venezolana haya cambiado (tengo fe en que sí se logrará), nos gustaría retirarnos a disfrutar de nuestra vejez en Venezuela, con el mar y el clima maravilloso que la caracterizan.

Testimonio publicado el 15 de junio de 2013.

 

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