Países clásicos de inmigración

Australia, Estados Unidos y Canadá son los llamados países clásicos de inmigración, designación que refleja tanto la realidad histórica como el dominante auto entendimiento nacional de cada uno de estos países.

Migración, fenómeno global – Países clásicos de inmigración

Ellos han dado siempre la bienvenida a los inmigrantes como una fuente de crecimiento económico y de expansión demográfica.

Siete de ocho inmigrantes que se han establecido en los países ricos, han llegado a estas naciones a través de canales altamente regularizados que sirven a las necesidades de los países receptores tanto como a los mismos inmigrantes.

Aunque es verdad que en números absolutos, los niveles de inmigración están en sus más altos picos o muy cerca de ellos, históricamente hablando, los países clásicos de inmigración (Australia, Canadá y Estados Unidos) regularmente reportan menor proporción relativa de inmigrantes en sus poblaciones que la que se registró a comienzos del siglo XX.

Lamentablemente, las historias de la mayoría de los estados democráticos occidentales no están exentas de políticas de discriminación y de restricciones basadas en criterios de raza, etnia y de género, incluso en algunas tierras clásicas de inmigración.

Australia

Si se analiza la experiencia migratoria australiana de la postguerra (Segunda Guerra Mundial), cómo este país pasó de una política exclusivista (la conocida «White Australia» o Australia Blanca), a la promoción activa de la diversidad multicultural, encontraremos que esta nación realizó un enorme esfuerzo para recibir inmigrantes.

Millones llegaron. El gobierno vio la adquisición de ciudadanía como un elemento clave para su integración en la sociedad australiana, pero las tasas de naturalización permanecieron bajas a todo lo largo de los años 50 y 60.

La adopción de la ciudadanía era una alternativa poco atractiva para muchos de los inmigrantes porque hubo escaso entendimiento de las complicadas regulaciones, los inmigrantes tenían muy pocas habilidades en la lengua inglesa y era obligatorio renunciar a la ciudadanía de nacimiento.

Australia gradualmente introdujo cambios para reducir la complejidad administrativa de los trámites, bajó las tasas, simplificó los procedimientos, pero estos esfuerzos fueron insuficientes para aumentar significativamente las estadísticas nacionales en cuanto a naturalizaciones.

A finales de los 60, Australia comenzó a entender que la discriminación contra los inmigrantes y la falla en tomar en cuenta sus necesidades, fueron los principales elementos que hacían que estas personas no quisieran convertirse en ciudadanos australianos.

Hacer sentir australianos a los recién llegados requiere un nuevo entendimiento de lo que significa el gentilicio australiano y cómo esa noción puede asimilar distintos intereses y herencias de los inmigrantes.

Con esa meta en mente, Australia eliminó de sus leyes de ciudadanía excepciones y privilegios disfrutados sólo por los inmigrantes británicos. Apenas el gobierno comenzó a dedicarse a los profundos problemas estructurales en los años 70, la tasa de naturalizaciones creció.

Para los años noventa, varios autores reportaban que el 70% de los residentes elegibles que habían nacido en el extranjero ya eran ciudadanos australianos.

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Estados Unidos

Desde sus inicios, Estados Unidos ha sido una nación de inmigrantes. Durante la primera mitad del siglo XVI, el país fue poblado por una oleada sucesiva de inmigrantes europeos, básicamente ingleses, franceses, españoles y holandeses, quienes conformaron la primera gran migración voluntaria de la historia de ese país.

Posteriormente, esos primeros establecimientos europeos generaron un largo proceso de migración forzada, como lo demuestra la existencia, para 1820, de más de un millón de esclavos provenientes de África. Ambos procesos signaron históricamente el origen del país como nación receptora de extranjeros.

Desde ese momento hasta ahora, en distintas etapas históricas y por diversas razones, han emigrado a Estado Unidos gran cantidad de personas de distintas partes del mundo, entre ellos asiáticos y latinoamericanos, para conformar una verdadera comunidad multicultural.

Sin embargo, aunque muchos norteamericanos están conscientes de sus propias raíces inmigrantes y conocen los beneficios de una cultura surgida de la fusión de minorías étnicas, el debate se mantiene sobre qué medidas de control adoptar ante la creciente llegada de nuevos inmigrantes.

En Estados Unidos la promoción de la integración de los inmigrantes no es una política oficial. Esta carencia puede ser una importante razón por la cual unos 6 ó 7 millones de residentes, a pesar de su elegibilidad, no han decidido naturalizarse.

Puede ser causante de este fenómeno la poca diferencia entre los derechos y beneficios que distinguen la condición de «ciudadano» de la de «residente permanente».

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Canadá

A la historia moderna de la inmigración en Canadá puede asignársele el año 1869 como el comienzo. En ese año la primera legislación sobre inmigración se promulgó: el Acto de Inmigración de 1869 definió la inmigración y los procedimientos para obtener la ciudadanía, estableciendo oficinas para tal fin en el Reino Unido y en Europa Continental.

Esta jurisdicción negaba la entrada al país a los extremadamente pobres así como a las personas mental o físicamente discapacitadas.

En esta etapa se hacía propaganda en los Estados Unidos, Gran Bretaña y el Norte de Europa para atraer inmigración de agricultores para el Oeste canadiense. A finales del siglo XIX, en Canadá se dio un interesante fenómeno, el de la total injerencia del sector privado en los asuntos de la inmigración.

La compañía Canadian Pacific Railway, encargada de construir la línea férrea nacional, fue designada como una de las principales movilizadoras de todos los aspectos del asentamiento e inmigración en el vasto territorio canadiense.

De hecho, esta compañía creó su propio departamento de Colonización e Inmigración que se encargó de realizar una enorme campaña publicitaria para atraer principalmente europeos del Este.

La nación canadiense ha evolucionado en su posición oficial ante la inmigración durante los últimos sesenta años del siglo XX. Las diferencias entre la política de las dos Guerras Mundiales, la postguerra y el período de las reformas que antecedió a la situación actual han sido claramente identificadas por los estudiosos del tema.

En resumen, se puede observar una evolución hacia una posición más favorable hacia la entrada de extranjeros.

Canadá ha alcanzado una posición más abierta ante la inmigración no europea, luego de superar radicales posiciones discriminatorias tales como: la exclusiva admisión de ciudadanos británicos y norteamericanos adinerados junto con campesinos, durante los años de la depresión en la década de los 30; y la existencia de sentimientos antiasiáticos y anticomunistas, razón por la cual, lamentablemente, muchos judíos que huían del Tercer Reich encontraron las puertas de esa nación cerradas durante la II Guerra Mundial.

A través del denominado Sistema de Puntos, Canadá selecciona, desde 1967, entre 200 mil y 250 mil inmigrantes por año.

De esa cantidad, 25 mil son refugiados, los demás son trabajadores con habilidades, hombres y mujeres de negocio y los «inmigrantes con patrocinantes», familiares extranjeros de ciudadanos canadienses (generalmente inmigrantes naturalizados).

Esta inmigración es necesaria para llenar puestos de trabajo vacantes y para balancear las bajas tasas de nacimiento y el envejecimiento de la población.

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