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    Articulo que se publico en el foro australiano,

    La inmigración: factor de riesgo de la salud mental

    La migración suele suponer en la mayoría de las ocasiones un episodio difícil y traumático, puesto que conlleva una serie de cambios y de desengaños que hacen mella en el individuo.

    Y es que, salvo excepciones, todo emigrante cuando llega a un nuevo país en el cual ha depositado sus sueños y esperanzas de una vida más próspera, se encuentra con una realidad muy distinta y a la que cuesta mucho hacer frente. De ahí que sufran trastornos como el Síndrome de Ulises.

    Según Achotegui, «es una situación de estrés límite, con cuatro factores vinculantes: soledad, al no poder traer a su familia; sentimiento interno de fracaso, al no tener posibilidad de acceder al mercado laboral; sentimiento de miedo, por estar muchas veces vinculados a mafias; y sentimiento de lucha por sobrevivir».

    Por ello este especialista afirma que «la inmigración es un acontecimiento de la vida que influye profundamente sobre la psique de los seres humanos». Y es que, según explica, la inmigración, además de los riesgos físicos que conlleva en ocasiones, también produce unas pérdidas psicológicas, denominadas «duelos migratorios», que suponen un complejo proceso de reorganización personal y un gran esfuerzo psicológico de adaptación a los cambios que se producen en la familia y amigos, la lengua y cultura, el paisaje, la situación social y el contacto con el grupo étnico.

    Características del Síndrome de Ulises

    La denominación que se ha venido a dar a este trastorno mental tiene su origen en el paralelismo que existe entre el difícil viaje que realizan los inmigrantes en busca de una vida mejor, y el que, como relata la mitología griega, vivió uno de sus héroes, el conocido Ulises.

    Este síndrome se caracteriza por un estrés crónico, muy intenso y duradero, y múltiple, ya que afecta a toda una serie de áreas básicas o «duelos» como la familia, la situación social o los peligros de la propia migración.

    Se trata, además, de un estrés que el inmigrante no puede controlar y que soporta con muy poco apoyo social, por lo que los especialistas reclaman mayores recursos para poder hacer frente a la demanda cada vez mayor de este tipo de enfermos.

    En cuanto a los síntomas propios del Síndrome de Ulises, destacan los episodios depresivos, con llanto y tristeza; ansiedad; insomnio; síntomas confusionales, como la pérdida de memoria; pensamientos obsesivos y deseos de morir; irritabilidad; y los problemas somáticos, como cefaleas, fatigas, o dolores psíquicos.

    Además, los expertos señalan que en algunas ocasiones el inmigrante realiza una interpretación cultural de la sintomatología, dando un sentido mágico a lo que le pasa al paciente; es decir, piensa que tiene muy mala suerte porque le han echado mal de ojo, brujería, etc.

    ¿Cómo se debe tratar a estos enfermos?

    El tratamiento de este tipo de trastornos que surgen de la inmigración requiere, para que sea eficaz, un conocimiento de la cultura de origen del inmigrante, así como de los valores y la concepción de la salud que éste tenga, tal y como señala en su libro el doctor Achotegui, quién afirma, además, que «evaluar psicológicamente a una persona que tiene otra cultura, otros valores, requiere una gran finura clínica».

    Y es que los inmigrantes, en especial los extracomunitarios, poseen un sentido de la individualidad y de la culpa muy distinto al existente en la cultura occidental. También difieren en su concepción del hombre como centro del mundo y de la personalidad ideal.

    Existen además diferencias de poder dentro del grupo social, distinta valoración de lo masculino y lo femenino, de tolerancia de la ambigüedad y de forma de expresión de las emociones. Por ello el doctor Achotegui señala que «para entender la expresión sintomatológica se ha de entender la cultura de origen».

    Además, también destaca que una pronta intervención evita que estos problemas se hagan crónicos y deriven en enfermedades mentales graves, infartos o suicidios, por lo que en ocasiones es imprescindible la administración de antidepresivos o ansiolíticos.

    Sin embargo, tanto Achotegui como la mayoría de especialistas, lo que defienden es un tratamiento médico interdisciplinario en donde la entrevista terapéutica, la relación paciente-médico y el abordaje de las diferencias culturales y lingüísticas requieren técnicas específicas.

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