Inicio Foros ¿Cómo es la vida de un inmigrante en España? En estos Tiempos de Guerra

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    chivas12
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    Georges Clemenceau, el célebre estadista francés, dijo que “la guerra es un asunto demasiado importante para dejársela a los militares”.

    No pocas veces, los militares se asemejan a aquellos niños a los que se les ha regalado un juguete nuevo y no se les permite jugar con él: Van como acumulando las ganas de usarlo y cuando se presenta la primera oportunidad, no vacilan en encaramarse en una patineta, aunque estén a la orilla de un barranco. Hace poco, en uno de esos canales de cable con los cuales hasta José Vicente evade las arengas del jefe, pasaron una película, basada en hechos históricos, que contaba lo sucedido en aquellos 13 días en los cuales la URSS y los Estados Unidos estuvieron a punto de irse a las manos por la instalación de misiles nucleares en Cuba e iniciar una guerra nuclear de incalculables consecuencias. Era interesante observar la angustia del presidente Kennedy, más que por las amenazas de Kruchev, por mantener bajo control a sus propios militares, para que no se le fuera a escapar a ninguno un tiro por accidente. Insistía, el Presidente norteamericano, en mantener a los generales fuera de las decisiones de guerra.

    En este momento en el cual el mundo está nuevamente a las puertas de un conflicto, es inevitable repensar nuestra naturaleza extraña y misteriosa, que ha parido a un San Francisco pero también a un Hitler. Son dos caminos que plantean nuestro dilema desde las cavernas: ¿podemos coexistir con el otro o tenemos que eliminarlo? ¿Debemos matar antes de morir o debemos morir antes de matar? Hay tiempos para la paz y tiempos para la guerra; éste parece ser de los segundos. Incluso en nuestro país, donde –como dice el profesor Antonio Cova– tuvimos, como cosa insólita, cien años de paz en el siglo XX, ya se habla de guerra y de que hay que armarse.

    Armarse puede entenderse, en el sentido de los discursos presidenciales, como proveerse de armas, en este caso, de fusiles rusos, cuyo tristemente célebre inventor, por cierto, un hombre que tiene nombre de ametralladora, nos visitó en estos días. Pero también armarse es recomponer las partes que nos conforman, extraviadas en esta locura de tiempo en el cual el hombre está tan ocupado en avanzar frenéticamente que se olvidó de hacia dónde va. Jorge Bucay recoge un cuento de un niño de siete años cuyo padre le ha ofrecido enseñarle a jugar ajedrez. Ocupado por múltiples asuntos llevados a casa, el padre trata de evadir la promesa, dándole al hijo entretenimientos que deben mantenerle atareado por mucho rato, como un rompecabezas de 2.500 piezas, de ésos que traen un palacio barroco en el centro de un lago, o un cuñete de Lego con el que hay que construir una pradera por la que pasa un tren que descarga su mercancía en un galpón, usando una grúa que trabaja con pilas que hay que construir con materiales suministrados. Pero cada una de las tareas asignadas al niño es superada por éste con insólita rapidez. El progenitor ya no sabe qué hacer y ve una revista que trae el mapamundi en su portada. Seguro de la ignorancia geográfica del niño, rompe la portada en pedacitos y le entrega un rollo de cinta plástica y una tijera (punta roma, naturalmente) para que la arme nuevamente. No han transcurrido dos minutos cuando el niño vuelve con el mapamundi completamente compuesto. El padre, sorprendido, le dice:

    –Hijo, ¿cómo lograste hacerlo? Eres muy pequeño, estudias primer grado, todavía no has visto geografía universal…

    –Fue muy sencillo, papá –respondió en niño–, tú no te diste cuenta, pero en la parte de atrás de la portada había una publicidad con la fotografía de un hombre.

    Yo, simplemente, armé al hombre y se compuso el mundo.

    Es así de sencillo y así de difícil.

    LAUREANO MARQUEZ
    Diario Tal Cual.

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